Por: Juan Carlos Cortés Piñeros
Las fundaciones ¿Eso qué es? Todo el mundo usa ese sustantivo pero pocos realmente se acercan lo suficiente para entender cómo funcionan, a qué se dedican, qué piensan sus miembros, por qué son tan importantes. En este blog narraré la primera de mis experiencias cercanas al trabajo de las Fundaciones, antes de trabajar como practicante en la Fundación Colombia 2050.
Mi primer acercamiento fue durante 2017, no era una fundación sino una iniciativa liderada por mi papá, la cual consistía en reunir objetos de utilidad para los niños de Mondoñedo, Cundinamarca; en enero, él difundía entre sus contactos que estaba reuniendo útiles escolares, y los llevábamos. En octubre había un pequeño evento cultural para alegrarlos en el día de los niños; y en diciembre organizábamos lo que llamábamos ?el evento central´: con la colaboración de una lideresa de la comunidad, se hizo una lista de todos los niños y niñas del sector, y mi papá se encargaba de buscar un padrino o madrina para cada pequeño. El padrino o madrina podrían ser compañeros de trabajo de mi padre, familiares, amigos o personas que fueran encontradas de voz a voz, y aquella persona debía darle un regalo de navidad al menor.
La entrega se hacía en un ambiente muy especial: un tío que trabajaba en realización de eventos aportaba con carpas y sistemas de sonido, alguien de pronto tenía un amigo que cantaba y se le extendía la invitación a alegrarnos la tarde con música en vivo, la última vez un grupo de jóvenes bailarines se ofreció a participar, así como unos artistas de circo; el toque artístico era muy importante para mi papá, yo no entendía por qué, pues para mí era algo insignificante, aburrido, y él me explicaba que quería que los jóvenes de allá vieran algo nuevo, diferente, que su mente se abriera a nuevas posibilidades.
Surgía de repente que una persona conocía a alguien dueño de un restaurante, nos llegaban cientos de porciones de natilla y buñuelos, bebidas, siempre había alguien dispuesto a aportar, y hasta sacerdotes fueron a rezar. Y al final de la tarde, se leía el nombre de cada padrino -quien pasaba al frente a entregar el regalo- y del niño o niña -quien pasaba a recibirlo-. Era un momento profundamente simbólico entre personas que lo tenemos todo y una comunidad de personas magníficas que viven en terrenos donde, según nos contaron, no son bienvenidos: esas montañas de arena tienen dueño, y aseguran que les cortan los servicios públicos para aburrirlos mientras transcurre un pleito legal. Finalmente, cuando los donantes se habían ido y algunos nos quedábamos para limpiar el terreno, la lideresa que era el contacto entre mi papá y la comunidad, nos invitaba agua de panela.
Lastimosamente, la historia no tiene un final feliz: mi papá no tenía tiempo, y no hubo nadie que mantuviera en pie este evento que convocaba a más de 300 personas: siempre había alguien dispuesto a ayudar, y más porque todos los donantes eran invitados: mi papá sabía que la gente tenía que ir a ver la realidad porque la realidad hablaba por sí misma: estas personas apreciaban cada momento. Era un encuentro verdaderamente profundo, todos se abrazaban con todos a orillas de esa carretera por donde tantas veces yo había pasado, observando indiferente esas casas con techo de plástico y cartón. Hasta alcanzamos a abrir una página en Facebook y se alcanzó a crear la figura jurídica legal como fundación, pero el tiempo que la iniciativa implicaba hizo imposible que continuara. La última vez fue en 2018.
Ahí aprendí que la primera característica de una fundación es la pasión: se necesita querer hacer un cambio, estar dispuesto a dar sin esperar a cambio. La segunda gran virtud de una Fundación es que une a las personas en torno a objetivos comunes, más allá de diferencias geográficas, económicas, educativas, o del tipo que sea. Y tercero, que quienes participan en este tipo de actividades son invaluables, irremplazables: nadie estaba dispuesto a hacer el gigante esfuerzo logístico que mi papá hacía, pequeño ejemplo que me sirve para resaltar el insustituible trabajo de los líderes comunitarios y de quienes lideran proyectos sociales.
Durante dos años se hicieron estas esporádicas actividades y seguí dedicado a las clases de mi carrera, sin que nadie mencionara en el aula, como era de esperar, una Fundación: muchos estudios de caso sobre grandes empresas, agitadas discusiones sobre la reputación de importantes firmas como Avianca o Facebook, pero nada -y no estoy exagerando- sobre estas organizaciones a veces pequeñas en tamaño y fama, pero grandes en su compromiso con la sociedad y en la huella que dejan en la vida de las personas.
Si podemos ayudar con dinero, se vale. Con algún talento, se requetevale. Con un espacio, servicio, o con algo de nuestro tiempo. A veces simplemente con un like, con compartir una invitación a donar y participar, con correr la voz se hace mucho. Ahora termina mi período como practicante en la Fundación Colombia 2050, una joven iniciativa de casi dos años de edad y que avanza contundentemente para el bienestar de los y las colombianas. Quedé completamente agradecido por esta aventura que, aunque en modalidad remota, me acercó a Colombia y me enseñó que ayudar está siempre en nuestras manos. Démonos la oportunidad de aportar para un mundo más feliz.
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Abogado de la Pontificia Universidad Javeriana, con Maestría en Derecho y Economía de Seguros de la Facultad de Derecho de la Universidad Católica de Lovaina en Bélgica. Ha desempeñado cargos públicos desde 1999 como Secretario General de Casación Civil de la Corte Suprema de Justicia, Procurador Cuarto Delegado ante la Sección Tercera del Consejo de Estado, Vicepresidente de la Comisión Nacional de Control y Asuntos Electorales de la Procuraduría General de la Nación, y desde el 2015 hasta el 2019 fungió la Dirección General de la Registraduría Nacional del Estado Civil.
Desde 1999 y hasta la fecha, ha sido Profesor de la Facultad de Ciencias Jurídicas de la Pontificia Universidad Javeriana y ha publicado diferentes artículos en las Revistas Oficiales de la Universidad, como también, ha escrito y publicado varias obras jurídicas publicadas por la misma Facultad, de estas destacan Lecciones de Derecho Procesal Administrativo y Derecho Procesal Administrativo Tomo I y II, entre muchas otras.
Actualmente se desempeña como Director General de la Fundación Colombia 2050.