Por: Juan Sebastián Bernal
Las transformaciones sociales per se están inmersas en procesos políticos caracterizados por el liderazgo y acción de determinadas fuerzas sociales. En ese marco, resulta vital inmiscuir a los jóvenes como grupo poblacional generador de esperanza en la sociedad. Así es como, evidentemente, se hace necesario discutir sobre la participación política juvenil y su institucionalización para que, en los cambios societales, la violencia no sea un camino. La participación entendida en el contexto colombiano como “La facultad que tienen todas las personas para intervenir en las decisiones que las afectan, siendo esta una de las características de un Estado Social de Derecho” (Defensoría del pueblo, 2020). Es decir, “Todo ciudadano tiene derecho a participar en la conformación, ejercicio y control del poder político” (Const., 1991, art.40). Por lo tanto, al concebirse como un derecho, debe ser protegido, cuidado y promovido por los gobiernos nacionales en cualquier período y, en tanto, conocido y aplicado por el conglomerado. De ahí que, conocer la ley permite saber el alcance en el marco de la participación.
El cambio de pensamiento de las nuevas generaciones es un hecho. Para la muestra, la consolidación de movimientos sociales que dignifican el respeto a las mujeres, negritudes, animales, indígenas y diversidad en general, son claras y peculiares reivindicaciones de la modernidad. Se menciona peculiar en la medida que recuerdan la separación de una época porque, sin lugar a duda, hace unos años en Colombia el papel de estas agrupaciones tenía otra connotación. La mujer era, por ejemplo, un ser sin representación política, me atrevo a decir, un objeto más. Por otro lado, la concepción en sí misma de los negros y de los homosexuales era distinta, para considerar, eran perseguidos, sometidos y estigmatizados. Ergo, la incidencia de la alteración de los comportamientos de los jóvenes ha sido vital para recoger luchas sociales y, en consecuencia, promover cambios generacionales.
Ahora bien, se discutió la influencia positiva de los jóvenes y de la política como derecho; sin embargo, no se ha pensado en la participación política de las juventudes. Si bien en los Estados sociales de Derecho, la democracia es la forma de gobierno por excelencia donde hay respeto por los derechos de las personas; en Colombia, está afirmación tiene posibles confrontaciones. Esto, considerando las violaciones frecuentes de los derechos de los jóvenes. Para no ir tan lejos y develar la violación al derecho de participación en la educación, según el Sistema Nacional de Información de la Educación Superior (Snies), la cantidad de matriculados en la universidad ha disminuido en 1,5% y, la tasa de deserción ha subido a un 45%. En ese sentido, la educación se convierte en un privilegio y no en un derecho, es imperante mencionarlo puesto que la academia, comprendida como el universo de conocimiento, nos permite a los jóvenes tener herramientas para entender la realidad social y proponer ideas de cambio que transformen nuestro entorno social y político.
Es más, si pensamos en la participación política de las juventudes en la zona rural es preocupante dado a que muchos, lamentablemente, son asesinados por expresarse y por demostrar los valores de la democracia participativa. Entonces, lo que se quiere afirmar es que no hay las garantías que nos protejan a la hora de debatir lo público y cuestionar la composición del Estado y el ejercicio del Gobierno Nacional. Así mismo, ocurre en el área urbana, ejemplificando, la muerte de Dilan Cruz nos recuerda que las protestas sociales como forma de participación política no se han legitimado como institución en nuestro territorio.
Por consiguiente, el mar de sangre generado por la protesta en Colombia demuestra que vivimos en un Estado poco Social de Derecho que evade el compromiso con la institucionalización del derecho a la participación y niega el respeto por la vida. Por ello, con certeza, se puede afirmar que hay un poder de cambio emanado de las juventudes que propone, examina y exige transición hacia nuevas formas de convivencia, pero que, al cuestionar y preguntarse por el statu quo es limitado y obstaculizado.
En síntesis, si bien hay una estructura normativa que da pautas y herramientas como los mecanismos de participación del artículo 103 de la constitución que son los instrumentos de democracia ciudadana, en la realidad no se cumple con ello. Es por tal razón que hay una ruptura en el nexo causal del derecho institucional y la realidad que sigue permitiendo las masacres de jóvenes por expresar su pensamiento diferente al normalizado. En adición, la deficiencia de la educación hace que la participación política no sea un derecho ejercido e institucionalizado en Colombia. En consecuencia, es lamentable lo que pasa en Colombia, entiéndase la metáfora, los jóvenes como semilleros de esperanza dejamos de florecer por la falta de riego de agua. En otras palabras, pareciera que no hay democracia para las juventudes y el reto, entonces, es fortalecer esos escenarios, dar a conocer esas instituciones, motivando y presentando garantías del Estado Social de Derecho.
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Abogado de la Pontificia Universidad Javeriana, con Maestría en Derecho y Economía de Seguros de la Facultad de Derecho de la Universidad Católica de Lovaina en Bélgica. Ha desempeñado cargos públicos desde 1999 como Secretario General de Casación Civil de la Corte Suprema de Justicia, Procurador Cuarto Delegado ante la Sección Tercera del Consejo de Estado, Vicepresidente de la Comisión Nacional de Control y Asuntos Electorales de la Procuraduría General de la Nación, y desde el 2015 hasta el 2019 fungió la Dirección General de la Registraduría Nacional del Estado Civil.
Desde 1999 y hasta la fecha, ha sido Profesor de la Facultad de Ciencias Jurídicas de la Pontificia Universidad Javeriana y ha publicado diferentes artículos en las Revistas Oficiales de la Universidad, como también, ha escrito y publicado varias obras jurídicas publicadas por la misma Facultad, de estas destacan Lecciones de Derecho Procesal Administrativo y Derecho Procesal Administrativo Tomo I y II, entre muchas otras.
Actualmente se desempeña como Director General de la Fundación Colombia 2050.