Por: María del Pilar Durán Betancur
La evolución de las sociedades es impredecible, llena de incertidumbre y nuevos retos. Sin embargo, la sociedad colombiana sufre desde hace muchos años de un mismo mal: la violencia.
Las medidas para mitigarla e incrementar la seguridad en las diferentes aristas sociales por parte de los gobiernos locales y nacionales han sido diversas. Para 1993, 20 personas morían cada día de manera violenta en la ciudad de Bogotá, para 1992 el promedio fue de 17 personas, de la mano con hurtos agravados, atracos callejeros, robos a bancos, residencias y carros, entre muchos otros (El Tiempo. s/f.). Las medidas implementadas hasta el momento para mitigar estos actos violentos no parecían estar dando fruto.
En medio de ello, para el periodo comprendido entre 1995 y 1997, surge la propuesta de Cultura Ciudadana en la ciudad de Bogotá, un enfoque que pone en el escenario un cambio trascendental respecto a la visión y tratamiento que se le deberían dar o no a este tipo de problemáticas. Llegada la Alcaldía de Antanas Mockus, se presentó ésta alternativa de cultura ciudadana, que, según como él la explica, el propósito es convertir los problemas de seguridad en problemas de convivencia, los cuales se encuentran compuestos por una combinación bastante heterogénea entre regulación jurídica, regulación moral y regulación cultural. En otras palabras, lo que busca este enfoque es cambiar la perspectiva de estigmatización hacia el delincuente, dejando de lado aquella exclusión inmediata de la que son objetivo por parte de la sociedad -dada la realización de ese tipo de actos-, a una perspectiva más incluyente que contenga diferentes grados de tolerancia legal, moral y cultural. (Mockus. s/f.)
Cada de una de estas tolerancias está caracterizada de forma diferente, casi que opuesta. La regulación legal se caracteriza por ser explícita y escrita; se constituye a partir de la voluntad popular y se ve plasmada en elementos como la constitución; sus sanciones son preestablecidas y son aplicadas por autoridades competentes para ello; la reparación de sus actos se da por medio del cumplimiento de la sanción que le sea aplicada. Por su parte, la regulación moral es implícita y su alcance es en la vida de cada persona; esta emana de la auto reflexión y de su círculo social más cercano. Su sanción se expresa por medio incomodidad interna y tensiones sobres la personalidad, es la propia conciencia que permite realizar cuestionamiento sobre las fallas que se den al interior y su consecuencia inmediata es el arrepentimiento, además del planteamiento de propósitos y metas.
Por último, la regulación cultural va inmersa en las actitudes y los comportamientos que se dan de manera grupal; su constitución es parte del pasado, un signo de comunidad y pertenencia; la forma de reprensión es por medio de la vergüenza, la exclusión y el empeoramiento de la imagen social; estas reprensiones son practicadas por los miembros de la comunidad y sus voceros; y, su reparación se da por medio de las disculpas y un cambio visible de comportamiento. (Mockus, A. s/f.)
Según explica el ex alcalde de Bogotá, uno de los grandes problemas de la sociedad colombiana es que su estabilidad está profundamente ligada a una regulación cultural, que en muchas ocasiones no encaja en la ley y que lleva a las personas a actuar de formas en las que se sienten incomodas o inconformes. Es en ese momento, cuando la comunicación adquiere un valor muy relevante como mecanismo de encuentro entre las tres regulaciones, esto en la medida que facilita la interacción entre derechos y deberes, además de permitir eliminar ciertas ambigüedades que suelen ser cómodas respecto a las reglas y jerarquías.
Con lo descrito anteriormente, se podría decir que una de las principales pretensiones de la noción de cultura ciudadana es impulsar la autorregulación interpersonal, pero que, para lograr un verdadero éxito, se requiere de una asimilación de este concepto por parte de la sociedad. Esto lleva a observar que, si las personas aumentan su respectivo cumplimiento de normas de convivencia, consecuentemente, más ciudadanos llevarán al cumplimiento pacífico de más y más normas. Si se crea esta cadena de cumplimiento los ciudadanos aumentarán su capacidad de concertación y de solución pacífica de conflictos y así, se verá aumentada exponencialmente su capacidad de comunicación entre sí por medio del arte, la cultura, la recreación y el deporte.
Esto permite realizar una breve reflexión sobre lo que un concepto como la cultura ciudadana puede causar en una sociedad y en los comportamientos de sus miembros. El objetivo de la creación de este concepto puede ser visto desde dos perspectivas, la primera, es cuestionar la responsabilidad apropiada a toda costa por el Estado, es decir, este suele reconocerse como el ente encargado por excelencia de asegurar el bienestar para sus ciudadanos por medio de la aplicación de diferentes medidas que incluyen a servidores públicos de diferentes categorías, sin embargo, cuando esto no se cumple, como por ejemplo, con la seguridad, una de las soluciones más frecuentadas por los gobernantes -a nivel local y nacional- ha sido endurecer las restricciones y sanciones desde un ámbito legal. La segunda, es la trasferencia de tal responsabilidad de mejorar las condiciones de la sociedad pasando del Estado a la sociedad misma, donde esta última adquiere un compromiso de identificar y atacar aquellas falencias de convivencia que la pueden estar afectando.
Lo que es claro aquí, es que la seguridad de las personas debería ser una prioridad legal, moral y cultural de cada individuo y que, por tanto, requiere de compromiso y voluntad. Los cambios sociales toman tiempo, generaciones enteras de disciplina y entendimiento, no solo por lo que se piensa individualmente, sino por lo que puede llegar a afectar o beneficiar a los que nos rodean, todo por una mejor sociedad.
Pilar Durán Betancur.
Bibliografía
Mockus, A. (s/f.). Armonizar ley, moral y cultura Cultura ciudadana, prioridad de gobierno con resultados en prevención y control de violencia en Bogotá, 1995-1997. Recuperado de https://publications.iadb.org/publications/spanish/document/Armonizar_ley_moral_y_cultura_Cultura_ciudadana_prioridad_de_gobierno_con_resultados_en_prevenci%C3%B3n_y_control_de_violencia_en_Bogot%C3%A1_1995-1997.pdf
Gaviria, M; Jaramillo, M. (s/f.). Dos décadas de criminalidad en Colombia (1994-2014): un análisis económico y social. Recuperado de https://repository.eafit.edu.co/bitstream/handle/10784/12113/YepesGaviria_MariaLuisa_JaramilloJaramillo_Miguel_2016.pdf?isAllowed=y&sequence=2
Redacción El Tiempo. (s/f.).En bogotá, la peor violencia. Recuperado de https://www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-151677#:~:text=N%C3%BAmeros%20tr%C3%A1gicos%20%2D%2020%20personas%20murieron,30%20atracos%20callejeros%2C%20por%20d%C3%ADa.&text=%2D%20En%20Bogot%C3%A1%20hay%20una%20tasa,por%20cada%20100%20mil%20habitantes
Rincón, M. (s/f.). Cultura ciudadana. ciudadanía y trabajo social. Recuperado de
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Abogado de la Pontificia Universidad Javeriana, con Maestría en Derecho y Economía de Seguros de la Facultad de Derecho de la Universidad Católica de Lovaina en Bélgica. Ha desempeñado cargos públicos desde 1999 como Secretario General de Casación Civil de la Corte Suprema de Justicia, Procurador Cuarto Delegado ante la Sección Tercera del Consejo de Estado, Vicepresidente de la Comisión Nacional de Control y Asuntos Electorales de la Procuraduría General de la Nación, y desde el 2015 hasta el 2019 fungió la Dirección General de la Registraduría Nacional del Estado Civil.
Desde 1999 y hasta la fecha, ha sido Profesor de la Facultad de Ciencias Jurídicas de la Pontificia Universidad Javeriana y ha publicado diferentes artículos en las Revistas Oficiales de la Universidad, como también, ha escrito y publicado varias obras jurídicas publicadas por la misma Facultad, de estas destacan Lecciones de Derecho Procesal Administrativo y Derecho Procesal Administrativo Tomo I y II, entre muchas otras.
Actualmente se desempeña como Director General de la Fundación Colombia 2050.