Por: Juan Pablo Herrera Montoya

¿Sabías que la creatividad también puede entrenarse? No se requiere de una carrera o una profesión afín a las artes; la creación es para todo el mundo y puede entrenarse de muchas formas, solo basta con tomar el riesgo y lanzarse al vacío de la creación.

Keith Johnstone, actor y director canadiense pionero del teatro de la improvisación, en su libro “Impro. La improvisación y el teatro”, habla de cómo la improvisación teatral desbloquea el subconsciente de las personas invitándoles al juego y la risa como método para descubrir la vida misma. Él lo describe como: “Lanzarse a una aventura maravillosa, entrar a un mundo extraordinario e inesperado que está dentro de nosotros mismos, esperando ser descubierto” (Johnstone, 1990).

Y es que la creatividad, y todo aquello que involucre la creación, hace parte de nuestro ser. Somos seres creativos por naturaleza, con la capacidad de imaginar sin límites y soñar sin barreras. Aun así, muchas veces, nos limitamos a nosotros mismos juzgando nuestras ideas e invalidando nuestros sueños. Pero ¿Por qué sucede esto? ¿Por qué crecemos limitando nuestra creatividad? Existen muchos factores como falta de autoconfianza, falta de apoyo emocional y técnico, carencias educativas… una variedad de componentes que trascienden en la vida de las personas, llevándolas a reaccionar con frases como “no puedo”, “no soy capaz”, “me da miedo”, “eso no es para mí”, “la creatividad no es lo mío”, entre otras; ideas que se comienzan a usar inconscientemente como un medio de autodefensa al sentirse expuestos a la mirada pública y al “qué dirán”. Vivir de esta forma encasilla las experiencias de vida en un orden común que no permite la ruptura de las rutinas, las personas interactúan con el medio a través de un estado de conformidad constante de tal forma que, cuando se ven enfrentados a un reto, se ven limitados a responder de la misma forma y los elementos creativos se cierran a los resultados esperados.

El mayor enemigo de la creatividad es el “No”. Vivimos en una sociedad donde aún son invalidadas, descalificadas, poco apoyadas e incluso rechazadas las ideas y los sueños de las personas, y donde además, la enseñanza se da de forma unilateral y poco crítica. Según Angélica Sátiro, pedagoga experta en creatividad, “Si entrenamos a los niños para que sólo haya una respuesta posible, no aprenderán a pensar creativamente” (Sátiro, 2018). Uno de los mayores limitantes al ser creativo, como se mencionó anteriormente, es la academia (la educación unilateral), espacio donde las individualidades se ven interpeladas por un estándar del “deber ser”, llevando la capacidad creativa de los niños en un decrescendo caracterizado por respuestas únicas y soluciones estándar. 

Por tal motivo, las instituciones deberían -como propuesta- velar por desarrollar la capacidad creativa, por medio de ejercicios prácticos y de pensamiento crítico, impulsado por necesidades y preguntas que tengan los niños, de tal forma que, a medida que crecen, su forma de analizar y de resolver problemas sean mediadas por procesos de pensamiento creativo. 

Hasta aquí, hemos hablado de una fuerte problemática que conlleva una variedad de consecuencias y afectaciones sociales; no obstante, apuntemos el discurso en respuesta a la pregunta que les planteé al principio: Hay muchas formas de entrenar el “músculo creativo”. Bien podemos apuntar a lo más sencillo, ver una película, leer un libro, escuchar música, escribir algo de interés personal… etc. Estos son pequeños estímulos que fomentan la imaginación y nos llevan al plano de la acción, pues de estos estímulos podemos llenarnos de inspiración para nuestras propias creaciones, usamos los estímulos como medios de transformación de la capacidad creativa. Ahora bien, podemos entrenar nuestra creatividad desde otros planos y concepciones que tal vez aún no logramos ver como procesos de creación. 

Se ha puesto a pensar… ¿Cómo es su rutina en un día laboral? ¡Piénselo! -tómese el tiempo- Ahora que lo pensó, le hago la invitación a cambiar pequeñas cosas de su día, tal vez cambie su ruta, tal vez decida comer en un restaurante nuevo, tal vez decida saludar diferente a las personas con las que se cruce en su día… después de eso, pregúntese, ¿Qué cambió? Esos cambios, esos pequeños momentos de diferencia son otro tipo de estímulos para la imaginación. Ahora, después de preguntárselo, -y si aún quiere seguir jugando-, tome una hoja y escriba algo. Puede ser para usted. Sus pensamientos, sus sentimientos, tal vez una carta a un viejo amigo o amiga… un recuerdo, tiene la hoja y la posibilidad de escribir cualquier cosa, disfrute sin juzgarse, pues esa es la aventura maravillosa: jugar y disfrutar sin juzgar. Este texto es una pequeña búsqueda de la creatividad, porque por medio de ella y del arte, hemos entendido el mundo y les invito a seguir explorándolo de esta forma. 

Referencias

Johnstone, K. (1990). Impro la improvisación y el teatro. Santiago de Chile: Cuatro vientos.

Sátiro, A. (20 de Agosto de 2018). Cómo despertar la creatividad. BBVA Aprendamos juntos. (J. García, Entrevistador) Obtenido de https://aprendemosjuntos.elpais.com/especial/como-despertar-la-creatividad-angelica-satiro/