Por: Juan Pablo Herrera
Colombia no escucha.
Figurar una postura ideológica es entonces una razón clara de enemistarse. Núcleos familiares colapsan por ser firmes a una creencia política, se crean rupturas sociales que polarizan a la población: las personas que por defender aquello en lo que creen, se ven rodeadas de un entorno lleno de violencia donde se acusa, se amenaza, se juzgar e incluso se asesina. Para nadie es un secreto, Colombia es un país dividido, y no es algo que se observe de esta gran jornada de manifestaciones que se vive actualmente, es algo que ha pasado durante años y no dejara de pasar porque Colombia no escucha.
Repite su historia.
La patria boba. Se cree tan fielmente algo que no existe forma alguna de escuchar otras opiniones, se pasa por encima de la dignidad humana para imponer ideales, se defiende una gran cantidad de instituciones y sistemas costumbristas faltos de innovación, creatividad, bondad y respeto; se lucha contra el propio pueblo generando muertes, desaparecidos, heridos, violencia por doquier, para saber que al final del día, tanto los agentes de policía y miembros de la fuerza pública, como participantes de las manifestaciones, están comprando huevos en la misma tienda del barrio donde viven, cada uno tratando de llevar sustento a sus hogares.
Aquellos que deberían defender al pueblo, causan miedo, se ven como individuos entregados a una institución que ha roto los principales acuerdos de una sociedad, cometiendo crímenes de lesa humanidad. Aquellos que buscan una sociedad más justa alejada de la desigualdad, se han manifestado levantado el puño para ser escuchados… Sin embargo, otra parte de la sociedad observa cómo la división del país los mantiene a ellos en el poder, porque como dice una frase célebre: “Divide y vencerás”. Es entonces Colombia un país que repite su historia, pues así como ocurrió en el periodo comprendido entre 1810 y 1816, donde la división de ideales políticos llevó a la reconquista de España; hoy en día, la división del país nos ha llevado a estar envueltos en constantes políticas de corrupción e iniquidad atribuidas a un grupo selecto de políticos que continua en el poder del país.
Estamos viviendo un fenómeno que seguramente marcará grandes cambios en la configuración del Estado colombiano. Sin embargo, hoy por hoy, el mensaje que se trasmite sigue manteniendo connotaciones violentas y la población está en una dispersión ideológica donde ya no se sabe en qué creer, ni cómo actuar -en parte por la desinformación o información parcializada que emiten los medios de comunicación- llevando a la población a dividirse aún más de lo que ya está.
Colombia no escucha y repite su historia.
Cada día vemos prácticas de violencia donde el pueblo disputa contra el mismo pueblo. Claro está, no todo es malo, se han vivido jornadas llenas de arte, cultura y paz en las manifestaciones del año 2021, pero mientras el odio siga siendo el motor para el discurso que defiende y busca justicia, el pueblo, ya sea hoy o en unos años, volverá a levantarse para luchar, porque mientras el discurso no sea de perdón, amor y resiliencia enmarcado en acciones de paz, se volverá a caer en ese círculo interminable que hoy vuelvo a llamar “La patria boba”.
¿Qué se necesita entonces? Creo que la respuesta es clara. Se necesita abrir un sentido de escucha más delicado, donde los sectores más polarizados logren entrar en una sincronía que unifique y concilie tanto dolor e injusticia que ha vivido en país por años. El diálogo, la negociación, los acuerdos entre los diferentes sectores de la sociedad, la crítica y reflexión frente a los medios de comunicación en relación con la desinformación serán entonces el primer pilar para la transformación de la actual coyuntura del país, porque mientras no se trabaje en conjunto, seguirá siendo un país fracturado por la violencia, la desigualdad y la pobreza.
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Abogado de la Pontificia Universidad Javeriana, con Maestría en Derecho y Economía de Seguros de la Facultad de Derecho de la Universidad Católica de Lovaina en Bélgica. Ha desempeñado cargos públicos desde 1999 como Secretario General de Casación Civil de la Corte Suprema de Justicia, Procurador Cuarto Delegado ante la Sección Tercera del Consejo de Estado, Vicepresidente de la Comisión Nacional de Control y Asuntos Electorales de la Procuraduría General de la Nación, y desde el 2015 hasta el 2019 fungió la Dirección General de la Registraduría Nacional del Estado Civil.
Desde 1999 y hasta la fecha, ha sido Profesor de la Facultad de Ciencias Jurídicas de la Pontificia Universidad Javeriana y ha publicado diferentes artículos en las Revistas Oficiales de la Universidad, como también, ha escrito y publicado varias obras jurídicas publicadas por la misma Facultad, de estas destacan Lecciones de Derecho Procesal Administrativo y Derecho Procesal Administrativo Tomo I y II, entre muchas otras.
Actualmente se desempeña como Director General de la Fundación Colombia 2050.