El emprendimiento en Colombia ha tenido una escalada importante en los últimos años. De acuerdo con el Monitor Global de Emprendimiento, Colombia tiene una tasa de intención de emprendimiento del 50,2% y de potenciales emprendimientos del 57,5%, lo que lo posiciona en séptimo lugar a nivel mundial y en segundo lugar en Latinoamérica. Así mismo, según la Confederación de Cámaras de Comercio -Confecámaras-, cada año se crean alrededor de 320.000 micro, pequeñas y medianas empresas, representando el 96% del tejido empresarial con más de 17 millones de empleos y 40% del producto interno bruto en el 2019.
Este posicionamiento del emprendimiento y su evidente importancia en la economía ha generado que, iniciativas paralelas de corporaciones, entidades gubernamentales y entidades sin ánimo de lucro, se interesen por apoyar estos emprendimientos con diferentes herramientas como capital o capacitación, buscando robustecer ideas que tienen potencial de ser altamente competitivas.
Sin embargo, a pesar de estas iniciativas según la asociación de las micro, pequeñas y medianas empresas -ACOPI- y Confecámaras, Colombia presenta una tasa de mortalidad empresarial de cerca del 50% en el primer año y 70% después del quinto año, debido a diversas razones como la falta de financiamiento y de experiencia.
Según estas mismas organizaciones, la antigüedad y el tamaño de las empresas se relaciona directamente con su estructura financiera. A menor tamaño, mayor exposición al riesgo, por la débil estructura de endeudamiento y menor rentabilidad económica. Es decir, las empresas más jóvenes (micro y pequeñas), representadas en el 86% del total de las empresas, son las que tienen un mayor riesgo financiero de fracasar.
Esto nos lleva a un informe del Instituto Global McKinsey, donde se expone que cerca del 62% de las medianas y pequeñas empresas no cuentan con acceso a financiamiento por falta de educación financiera y personal capacitado en el tema. Sumado a esto, en el informe de iNNpulsa de los Ecosistemas regionales de emprendimiento en Colombia se puede evidenciar que, en las zonas en donde se encuentran los ecosistemas más débiles son las áreas que cuentan altos índices de pobreza, baja infraestructura, inequidad, analfabetismo y otros indicadores de carácter social.
No podemos desconocer que Colombia, por diferentes razones históricas y sociales, tiene muchos déficit en infraestructura, educación, salud, bancarización y otros fenómenos que por siglos se han arraigado y han penetrado nuestros territorios y que esto mismo ha dificultado la tarea de poder escalar diferentes soluciones o modelos de desarrollo.
Sin embargo, en mi opinión, la sobresaturación de estas iniciativas de organizaciones gubernamentales y no gubernamentales por apoyar el emprendimiento y, tal vez, de modo no intencional, la poca asertividad que se ha tenido con las realidades nacionales hace que muy pocos de los emprendimientos puedan acceder a estos beneficios o que el emprendimiento sólo se fortalezca en ciertas áreas del país y no de manera uniforme.
Estas iniciativas concentradas en las principales ciudades del país han dejado de lado a algunos emprendedores porque quien provee las iniciativas o políticas públicas se ve, de alguna manera, impedido por las difíciles realidades sociales y económicas de los territorios y termina enfocándose en crear, de forma a veces desesperada, una solución que le de resultados rápidos y visibles.
Lo anterior es relevante porque nos deja una importante reflexión a las organizaciones que trabajamos en pro de ayudar a los emprendedores: ¿cómo podemos romper las barreras de las difíciles realidades creando soluciones que sean democráticas y al alcance de todos?, ¿cómo podemos crear herramientas fáciles de entender, adaptables y al mismo tiempo que sigan las tendencias a nivel mundial?
Es un momento oportuno de parar y pensar que no necesitamos de grandes recursos o para hacer grandes y profundos cambios en el ecosistema emprendedor. Es verdad que las desalentadoras realidades muchas veces nos llevan a una visión aflictiva. Pero, es importante recordarnos a diario que como diseñadores de soluciones, creadores de políticas públicas o proyectos, somos portadores de la ilusión de cambio y mensajeros de oportunidades para esas poblaciones que no han tenido el privilegio de portar las herramientas que nosotros poseemos.
Esta es una invitación para que los formuladores de iniciativas y de políticas públicas en materia de emprendimiento se reten a sí mismos a diseñar soluciones sin lenguajes complejos, interpretaciones entendibles y oportunidades fácilmente replicables. Que nos podamos preguntar como formuladores de proyectos ¿cómo recibiría esta iniciativa si yo fuea el beneficiario y estubiera sumido en el contexto que le rodea a su población objetivo?, ¿cómo lapoblación objetivo puede pasar de beneficiario a portador, replicador y agente de cambio de la inicativa?, y, sobre todo, ¿cómo, nosotros los formuladores de la politica, le estamos dando las herramientas, facilidades e inspiracion para que ese beneficiario sea un agente de cambio empoderado y creativo?
Es una invitación para que, entre todos, podamos encontrar soluciones que rompan con estas difíciles realidades sociales y así democratizar el acceso de estas oportunidades. Creo firmemente que estas soluciones disruptivas son las que poseen más impacto y que la unificación de los esfuerzos por ver resultados a largo plazo, son la salida para ver un ecosistema emprendedor más compacto y con emprendimientos más productivos y sólidos.
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Abogado de la Pontificia Universidad Javeriana, con Maestría en Derecho y Economía de Seguros de la Facultad de Derecho de la Universidad Católica de Lovaina en Bélgica. Ha desempeñado cargos públicos desde 1999 como Secretario General de Casación Civil de la Corte Suprema de Justicia, Procurador Cuarto Delegado ante la Sección Tercera del Consejo de Estado, Vicepresidente de la Comisión Nacional de Control y Asuntos Electorales de la Procuraduría General de la Nación, y desde el 2015 hasta el 2019 fungió la Dirección General de la Registraduría Nacional del Estado Civil.
Desde 1999 y hasta la fecha, ha sido Profesor de la Facultad de Ciencias Jurídicas de la Pontificia Universidad Javeriana y ha publicado diferentes artículos en las Revistas Oficiales de la Universidad, como también, ha escrito y publicado varias obras jurídicas publicadas por la misma Facultad, de estas destacan Lecciones de Derecho Procesal Administrativo y Derecho Procesal Administrativo Tomo I y II, entre muchas otras.
Actualmente se desempeña como Director General de la Fundación Colombia 2050.